“Banderas en tu corazón”

Discurso de Marcelo Molina compañero montonero fallecido 1955-2021

Estamos en las vísperas del Veinticinco de Mayo. Momento histórico recordado por muchos que alentamos la pasión de continuar siendo argentinos. Pero esta próxima conmemoración se agranda por que se cumplirán doscientos cinco años desde aquel primer Veinticinco.


No comentaré de las anécdotas de aquel Veinticinco: de las mazamorreras, ni de los paraguas, ni siquiera de las ‘escarapelas blanquicelestes’ de French y Beruti, que no fueron tales, ni de la pintura de Blanes que nos muestra, como en una foto familiar armoniosa, a los integrantes de aquella Primer Junta. No.


Hablaré de los intereses en pugna de esos hombres y mujeres y de los dos proyectos políticos para organizar al país que surgieron entonces, y que aún perduran. Porque, amigos, no podía haber armonía, aunque el cuadro y la historia mitrista así lo fantasearan, entre un proyecto transformador, revolucionario, nacional, inclusivo, como el que sostuvieran Mariano Moreno, Belgrano, Monteagudo, Castelli, respetuosos de los sectores más humillados y uno conservador, excluyente, regional como el de Cornelio Saavedra, Alvear, Rivadavia, aliados al capital inglés. Ambos proyectos pretendieron darle forma al nuevo país. Las batallas a los realistas las ganaron los revolucionarios, los conservadores acabaron con Mariano Moreno y sólo la influencia de San Martín permitió que el Congreso de Tucumán declarara la Independencia que ya había adelantado Don José de Artigas.


Luchas políticas sin tregua con héroes ocultados y ‘próceres’ inflados para explicar lo que puede parecer inexplicable: períodos de la Argentina empobrecida, envilecida.


Fueron las dictaduras las manifestaciones más claras del proyecto conservador y el mismo proyecto se metió en la democracia malvendiendo riquezas acumuladas durante décadas, ampliando la corrupción como forma política con el acuerdo de tantos…La secuela: la marginalidad, el empobrecimiento, la ‘inseguridad’ el fruto natural de años de injusticia, el resultado de los sectores conservadores.


El conservador, hoy, no necesita de los milicos: se organiza en fuerza política y mediante la televisión, radios y diarios machacan su mensaje mentiroso de desesperanza y olvido, de una vida superficial y oscura con una única meta para las mayorías: sobrevivir rumiando resentimientos y que ni siquiera reconozcan a un gobierno que los protege y hace prosperar.


Tantos años desde la dictadura y males de la democracia mal entendida nos han dejado reales patologías culturales: apatía, mediocridad, desconfianza, utilitarismo, descompromiso, rencores que se manifiestan en odio y deseos de venganza al boleo, que son dirigidos.


Es falso y de una candidez rayana en la más profunda ignorancia creer que la culpa la tienen ¡los políticos! La cantinela que les perpetró la dictadura. En todo caso la culpa la tenemos todos: algunos por no haber hallado la mejor manera política para hacer un país mejor y muchos, muchos, muchos por haber mirado para otro lado, por no ocuparse, por dejarle las manos libres a los peores, a los que para obtener, conservar y mantener sus privilegios entintaron de sangre popular una y otra vez nuestra historia.


En todo este tiempo la Argentina ha estado en proceso de construcción y destrucción. ¡Qué a nadie esto parezca extraño! Los proyectos en pugna están, también hoy, en acción: el país sojero y agroexportador con población escasa y salud y educación privadas, receloso de sus vecinos y el país industrialista, que tiene al ser humano educado, sano, con perspectivas de un futuro posible, sin pagar por esto, que busca reconstruir la Patria Grande de San Martín, Artigas, Bolívar desarrollando la industria, la ciencia propia y el arte nacionales.


¡Hacer política! ¡Meterse hasta el cuello en las cosas del país! ¡No estarse sentado esperando que las soluciones caigan del cielo, criticando! ¡Involucrarse, ser partes!


¡Ponernos “Banderas en el corazón” como dice la canción de los Redondos! Enamorarse de la ‘novia olvidada’ como llamara Leopoldo Marechal a la Patria.


Así, entonces, ya los argentinos ocupados en sus reales asuntos, comprometidos, dignos, ¡Qué bueno será festejar el Veinticinco de Mayo con todo su anecdotario! porque las escenas de la mazamorrera y los paraguas, que muchos recuerdan como único testimonio patriótico de sus vidas, estarán en el lugarcito que les corresponde: sólo una anécdota graciosa ¡Viva la Patria!

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