No puedes ir en contra de la naturaleza…
Es común escuchar/leer los adjetivos “ecológico” o “sustentable” que se usan indistintamente dentro de una actividad (como podría ser la minería) para merituar un enfoque dado en relación a otro. Pero es oportuno detenernos en ellos para analizar sus significados más precisamente.
Por: Manuel Alejo Pérez (*)
Como ya mencionáramos (Ver link en parte inferior de esta nota), la ecología es la rama de la biología que estudia las relaciones entre los seres vivos así como con su ambiente. Claramente los cambios en el medio ambiente pueden afectar profundamente el proceso de la vida, como se ha documentado para las extinciones masivas causadas por diferentes fenómenos: la explosión de una supernova (hace 439 millones de años, entre Ordovícico y Silúrico), vulcanismo anómalo (hace 367 millones de años, entre Devónico y Carbonífero) o el impacto de un meteorito (hace 65 millones de años, entre Cretácico y Paleógeno).
Asimismo, en este punto es importante enfatizar un concepto menos difundido: los seres vivos cambian el ambiente donde se desarrollan. La aparición de las cianobacterias aumentó la cantidad de oxígeno (O2) de la atmósfera terrestre (periodo Arqueozóico) que, a su vez, formó la capa de ozono (O3) que funcionó como escudo contra la radiación ultravioleta permitiendo a la vida salir de los océanos y colonizar la tierra. Menos conocido es que este aumento del oxígeno atmosférico, desencadena un proceso llamado la Gran Oxidación que se estima generó 2500 de los 5400 minerales conocidos.
Por todo esto, la percepción popularizada que la vida y su medio ambiente formando un paisaje estático, sin cambio representa la ecología… dista mucho de lo que la historia del planeta parece contarnos: lo único constante es el cambio!!! En consecuencia, la ecología es comprender la relación dinámica entre vida y ambiente en su proceso de cambio. Entendida la inevitabilidad del proceso de cambio, pasemos a analizar el significado del adjetivo “sustentable”. Deriva del latín “sustinere”, formado por “sub” (debajo) y “tenere” (tomar), y atribuye al sustantivo la cualidad de “sostenerse”, de “mantenerse”, de “permanencia”.
En este adjetivo subyace una implícita referencia temporal, puesto que calificar un sustantivo como “sustentable” requiere de una previa comprobación de su permanencia con el transcurso del tiempo. ¿Cómo entonces “ecológico” y “sustentable” pueden usarse indistintamente con significados opuestos como cambio y permanencia?… Veamos esto en detalle.
Cualquiera que sea la actividad humana que analicemos, es justo decir que siempre será “ecológica” pero sólo en muy singulares contextos calificable como “sustentable”. Ya comprendimos que la “ecología” es la descripción desapasionada de las leyes que gobiernan los procesos de cambio de la naturaleza. Ahora necesitamos comprender que analizar la “sustentabilidad” corresponde a una mirada antropocéntrica desarrollada con el objetivo de determinar el modo de influir, encauzar o conducir los procesos inevitables de cambio. Difícilmente pueda aplicarse esta mirada a procesos de cambio agudos (catástrofes naturales: impactos de meteoritos, explosiones de supernovas, etc.), pero si se puede usar en el análisis de procesos de cambios que ocurren en periodos de tiempo más extendidos (cambios ambientales provocados por la vida, fenómeno de deriva continental, etc.).
El análisis de “sustentabilidad” de una actividad humana debe considerar la disponibilidad de recursos, el consumo, sus cadencias de cambio y los efectos ambientales de los subproductos. El impulso de la industria en base a los combustibles fósiles puede haber parecido “sustentable” en los comienzos de la revolución industrial, cuando se los obtenía en vastas cantidades, se los consumía muy lentamente y se creía que la atmosfera se “encargaría” del humo y los gases producidos. Sin embargo, la comprensión actual de los eventos geológicos singulares que dieron origen a estos depósitos fósiles indica que son recursos no renovables y sabemos que sus subproductos son poluentes ambientales.
Así, la primera lección de “sustentabilidad” sería: ninguna actividad extractiva de un recurso es “sustentable” sin un ciclo natural que lo restituya. En tal caso, también resulta oportuno analizar el efecto ambiental de los subproductos de la actividad. El consumo de combustibles fósiles como impulso del progreso desde la Revolución Industrial (1760) al presente ha llevado a la constante acumulación del dióxido de carbono (CO2, producto de la combustión) en nuestra atmosfera, sin que haya un ciclo natural que revierta este efecto.
Como fichas de dominó empujándose en secuencia, el aumento de los niveles de dióxido de carbono atmosférico ha disparado otros fenómenos ambientales como el calentamiento global y la lluvia ácida. El consumo de un recurso natural no renovable también debe analizarse en términos de los efectos derivados de la acumulación de sus subproductos. Si James Watt no pudo prever los perjuicios que su invento (máquina de vapor) acarrearía, hoy nos toca usar el conocimiento que develamos desde entonces para remediar los efectos ambientales indeseables del empleo de los combustibles fósiles.
La agricultura habrá parecido “sustentable” a los pioneros de la antigüedad, cuando suelos desconocidos aun invitaban a la aventura más allá del horizonte… pero ¿sigue siendo “sustentable” en la era del cultivo extensivo, cuando ya es necesario “nutrir” los suelos con minerales (fertilizantes)? He aquí otra lección de “sustentabilidad”: aun cuando un recurso pueda ser renovable, no se lo puede consumir a una velocidad mayor que la de su restitución por vía de un ciclo natural. Los resultados de ignorar o desatender estas reglas de “sustentabilidad” pueden observarse en el estado actual de nuestro planeta.
La explotación de un recurso renovable sin permitir que se restituya mediante su ciclo natural puede dar lugar un escenario más complejo aún, dado que los ciclos naturales ya se han ensamblado e interconectando en la escala de tiempo de la geología. En este punto, cabe notar que aún “alteraciones” dentro de un ciclo natural puede tener serias consecuencias.
El peso de un árbol es en un 70 % el peso del agua que contiene. Mientras vive, toda esta agua dentro del árbol se encuentra fuera del ciclo dinámico precipitación-escurrimiento-evaporación. La deforestación de bosques para generar superficies para siembra, restituye toda el agua retenida por los árboles del bosque al ciclo del agua.
Las cada vez más frecuentes inundaciones son una consecuencia de la deforestación: toda esa agua que hoy sobra estuvo en bosques que ya no existen.
En este punto, les lectores pueden pensar que analizar la “sustentabilidad” primó sobre la “ecología”… Aclaremos entonces que pensar y actuar en búsqueda de un desarrollo “sustentable” es nuestra responsabilidad, porque a diferencia de los seres que nos pre-existieron somos los primeros dotados de conciencia para comprender el cosmos.
La “sustentabilidad” más importante es la de la vida y está en nuestras manos. Entender la “ecología” es comprender cómo opera la naturaleza, sin emociones ni antropocentrismo: somos tan solo una parte del mundo natural. Mientras escribo este párrafo final, viene a mi mente una canción llamada “Ningún cuento nuevo que contar” (No new tell to tell, de Love & Rockets) que canturrea esto:
“No puedes ir en contra la naturaleza…
Porque cuando lo haces…
Ir en contra la naturaleza…
Es parte de la naturaleza también!!!…”
Si vamos en contra de la naturaleza, lo que suceda con nosotros también será parte de la naturaleza: la búsqueda de la “sustentabilidad” es nuestra responsabilidad.
Link:
(*) Dr. en Química. Investigador Independiente de CONICET. Proyecto Desarrollo de Minería Sustentable.
Es parte de la naturaleza del ser Humano, ir en contra la naturaleza…
Parece ser parte de la curiosidad e inconciencia o conciencia, que tenemos